domingo, 9 de septiembre de 2012

La huida de Ewlya

Garpur se sentó en su trono de piedra, en lo alto de la montaña, rodeado de cuatro soldados. Ante él se postraba toda la manada en la ladera de la montaña. Se había convertido en el jefe de la manada por pura casualidad, y aunque no era lo que pretendía no es cuestión de desaprovechar el cargo. Haría prosperar a su pueblo, como su antecesor no pudo hacerlo. Era hora de tomar las riendas de la situación tan nefasta en la que estaba sumida la manada. Era hora de conseguir comida, echar a los elfos de su territorio y encargarse de finalizar las migraciones hacia las minas que solo disminuían la población de osos fuertes y adultos en la isla, e incrementaban la de oseznos jóvenes sin experiencia que solo dan trabajo. Era hora de dirigirse a su manada cada vez mas deprimida por la situación y darles fuerza y coraje a través de las palabras.
    -- Hermanos y hermanas, os habla vuestro nuevo líder, y como tal os voy a decir abiertamente lo que voy a hacer a partir de ahora. Hace unas horas, me dirigía a buscar sustento para todos, y al no encontrar en lo que tenemos explorado de isla, como de costumbre, marché a explorar la parte norte, la que se halla tras el bosque. He descubierto centenar de animales que nos darán alimento. Pero también he descubierto un campamento elfo –se detuvo pues enseguida se hizo un alboroto entre la manada, estaban todos asombrados por lo que acababan de oír—pero he salido ileso de un enfrentamiento con cinco elfos. A cuatro de ellos maté y uno logró escapar. No dudo que haya ido a informar a sus gentes de que los hemos descubierto, y por ello debemos actuar rápido. Lo primero que haremos será formar un ejército provisional, compuesto tanto de osos como de osas, debéis saber que si los elfos ganaran terreno hacia el sur vuestros hijos estarían en grave peligro, así que luchad por ellos, luchad por la supervivencia de vuestros oseznos. Pero debemos ser cuidadosos, pues tienen flechas encantadas que si alguna os llegase podría mataros, y lo último que quiero es ver mermada mi manada, por ello no vamos a luchar hoy. Hoy voy a mandar un mensajero a las minas Sesim, requiriendo la presencia de todos los osos pardos que allí se encuentran. Nuestros hermanos volverán para defendernos de ese enemigo que tan fuerte puede llegar a ser. Ellos nos darán el coraje para luchar hasta el final por nuestro territorio. –un estallido de rugidos, pisotones y estruendos dio un respiro a Garpur para tomar aliento mientras pensaba cómo podía seguir su primer discurso de ánimo a su manada—Seguidamente hermanos, me encargaré personalmente de guiaros hasta el norte, de encabezar la marcha, y de ayudaros a conseguir comida. Debemos mentalizarnos que serán unos meses duros pues, debido a la falta de alimentos, vamos a tener que racionar la comida que obtengamos del norte. Los ciervos no se reproducen de la noche a la mañana, debemos cazar hasta un límite y esa comida repartirla entre la manada, de esa forma los ciervos tendrán tiempo para reproducirse y con suerte en un par de meses podamos aumentar las raciones, y con el tiempo ya no será necesario racionar la comida. Hermanos y hermanas, ha llegado la hora de ver el esplendor de nuestro pueblo, ¡que tiemblen los elfos! –acto seguido profirió semejante rugido, secundado por todos, que hizo estremecerse hasta la propia tierra amenazando la estabilidad de la montaña y centenares de aves salieron dispersadas.

El rugido también se oyó en el campamento elfo, con tanta claridad que muchos elfos lo sintieron como un mal augurio, un presagio de muerte. Muchos elfos intentaron proponer la idea de la huida pero no les salían las palabras. Sabían de sobra que si intentaban huir serían sentenciados por traidores. El elfo que sobrevivió al encuentro con Garpur se llamaba Gaudren. Informó a sus jefes de que su posición había sido descubierta. La jefa de la avanzadilla, llamada Ewlya, mandó preparar los arcos y flechas para el combate. Ya habían traspasado medio bosque cuando oyeron el rugido, cosa que hizo retroceder a muchos. Como eran una minoría comparada con la población de osos, decidieron notificar a su jefa que el bosque era demasiado espeso incluso para un elfo. Y así lo hicieron. Los trece elfos que habían salido en dirección sur retrocedieron sobre sus pasos y marcharon hacia la tienda de su jefa. Dentro de la tienda, el capitán Glawden comunicó a su jefa lo que había acordado con sus hombres. Y esta furiosa le espetó que no era digno de ser elfo y le clavó su daga de oro verde. Inmediatamente mandó llamar a los doce elfos restantes y se citó con ellos fuera de su tienda. Les acusó de traidores y de indignos de llevar la insignia de Valdiriam, ciudad capital de los elfos, al sur de Hirth. Les comunicó su intención de abandonar el territorio oso, para así procurar la supervivencia de los elfos de Isla Parda, sabía perfectamente quien era Garpur, pues lo había estado espiando durante semanas. Sabía también que si se había oído tal rugido era porque Garpur había dado la voz de alarma y seguramente encabezara el la marcha. Si pudo llegar asta el borde de su campamento una vez podría hacerlo una segunda vez con mas osos, y hasta ahora no sabe de forma exacta cuantos osos hay en la isla, en cambio si sabe que tiene menos flechas que osos, y, ¿qué hará cuando se le terminen las flechas?. En un cuerpo a cuerpo contra un oso un elfo no tiene nada que hacer, por muy ágil que sea. Tenía que levantar el campamento tan rápido como pudiese. Y así lo hizo.

Turyen

Rayden se levantó muy despacio, apenas fue consciente de que temblaba a pesar de que no quedaba centímetro en su cuerpo que no vibrara de absoluto terror...y excitación. No quería pensar que lo que aquel hombre le había dicho era cierto, pero una parte de su cabeza no podía evitar albergar esperanzas. No podía moverse, ni siquiera estaba respirando...lo único que sus sentidos le enviaban con total certeza era el tacto del collar en su mano derecha. Lo observó con detenimiento, era una pequeña espiral de algún metal precioso en cuyo centro se encontraban diminutas pero abundantes piedras preciosas. Rayden nunca sabría el tiempo exacto que dedicó a memorizar los detalles de aquella pieza, pero cuando por fin fue capaz de alzar la visa era noche cerrada en el bosque.
No permitió que ningún pensamiento se colase en su cabeza durante todo el trayecto de vuelta al campamento principal, "sigue adelante, no pares" era lo único que tenía cabida en su cabeza. Sin embargo se desvió un poco del camino para limpiar sus manos y la joya en un río cercano, ya que ambos habían quedado manchados por la sangre de aquel hombre cuyo nombre la ninfa no había llegado a conocer.
Llego al campamento cuando el alba estaba próxima, como era costumbre muchas de las ninfas estaban reunidas en torno a El Gran Árbol para ver, subidas a las copas más cercanas, el amanecer. Rayden subió con las demás y se colocó intencionadamente al lado de la ninfa Turyen, la más antigua de las que habitaban aquel bosque. Mantuvo silencio hasta que los rayos del sol iluminaron el lugar y poco antes de que las ninfas volvieran a diseminarse entre la maleza se acercó a la anciana.

"Turyen, solicito una reunión urgente" Normalmente hubiera usado un tono más respetuoso con la ninfa, pero ya había esperado demasiado.
"¿De qué tipo de reunión se trata querida?" preguntó Turyen, sin poder ocultar un ligero tono de desagrado en su voz, probablemente debido a la osadía de la más joven.
"Una reunión general, lo que tengo que decir deben oírlo todas las ninfas y cuanto antes mejor...señora" añadió al final al darse cuenta de que volvía a ser descortés.
"Las reuniones generales sólo pueden ser convocadas por ninfas poderosas y sinceramente chiquilla, no creo que este sea tu caso"
"Con todos mis respetos, cuando la seguridad del bosque entero peligra no creo que se deba tener en cuenta el cargo que tenga cada una, además por eso he acudido a vos primero. Puede que yo no sea lo suficientemente poderosa como para convocar una reunión de esa magnitud pero vos sí"

Aquello fue un punto a favor de Rayden porque si algo sabía sobre Turyen es que era una ninfa vanidosa, a la que le encantaba que se reconociera su poder

"Bueno niña, explícame el motivo de tu reunión y yo decidiré si merece la pena o no convocarla"

Rayden dudó un momento, no sabía cuál era el motivo principal que la había llevado hasta allí, ¿era la llegada de humanos al bosque o el descubrimiento de la posibilidad de encontrar el origen de las ninfas?

"¿Y bien?" preguntó Turyen impaciente, Rayden tuvo que tomar una decisión.
"Los hombres han entrado en el bosque"

Apenas veinte minutos después las representantes de las ninfas de todo el bosque estaban reunidas a los pies de El Gran Árbol, tan sólo había tomado una sola palabra de Turyen para que todo el bosque se movilizara, convencerla a ella había sido lo difícil. Rayden le explicó con todo detalle la historia de cómo le había encontrado y qué le había dicho (eso sí, guardándose para sí sus sentimientos sobre ello). Sin embargo, la ninfa no llegó a creerla del todo hasta que Rayden le enseñó el collar, aquello era la evidencia de que la más joven había tenido contacto con humanos. Aún así la anciana mandó una expedición para encontrar el cuerpo del humano, y movilizó a un ejército mixto, con elfos y ninfas, para encontrar el campamento base de los hombres. Tan sólo se trataba de una salida de reconocimiento, Turyen no quería arriesgarse por el momento, además, y aunque fuese extraño, aquel hombre podía haberse internado en el bosque solo.

"Ninfas de los árboles, los ríos y las montañas" empezó la anciana cuando creyó que ya había pasado el tiempo conveniente para que todas las zonas tuvieran al menos una representación allí "Os hemos convocado porque ayer, mientras rondaba por los bosques, la ninfa Rayden se encontró con nada más y nada menos que un humano"
La sorpresa se propagó por los rostros de todos, de todos excepto de Rayden cuya expresión se mantenía inmóvil. Turyen prosiguió a contarles lo que ella había visto, sin tantos detalles como ella le había otorgado. Al final de la historia el desconcierto se propagó por la zona.
"¿Estás segura de que no fueron imaginaciones de la chiquilla?" comentó una de las representantes de las ninfas del agua de los ríos del Este. Aquel comentario le sentó fatal a Rayden, no sólo porque cuestionaba su historia, sino porque la había llamado chiquilla.
"Eso pensé yo" dijo Turyen para sorpresa de la ninfa "pero como ya os he dicho, Rayden portaba un objeto humano"
"Pero, con todos mis respetos señora, eso sólo prueba que ella tuvo contacto con humanos, no que estos estuvieran en el bosque"
"¡¿Pero cómo te atreves a...?!" empezó a decir Rayden malhumorada, pero una sola mirada de Turyen la hizo callar.
"No hay motivos para dudar de la lealtad de Rayden, además no ha salido del bosque en su vida, las expediciones al exterior se reservan para ninfas más longevas y experimentadas"

Se hizo un gran silencio durante unos segundos, roto poco después por miles de murmullos. Hasta los oídos de Rayden llegaban muchos de ellos, pero tan sólo unos pocos defendían su versión, la mayoría estaban muy resentidos ante la idea de que los humanos hubieran entrado en su bosque. Cada segundo que pasaba la ninfa se enfadaba un poco más y que sólo estaba a un comentario de estallar.

"Pues yo creo que la ninfita esa quería darse protagonismo" dijo alguien entre la multitud.

"Me presento voluntaria para un juicio de recuerdos" anunció Rayden. Se hizo un gran silencio, aquello no tenía precendentes.

"Niña, ¿estás segura de lo que dices?, ¿entiendes lo que significa?" preguntó Turyen

"Pues claro, los condenados a muerte en los juicios pueden defender su inocencia como último recurso utilizando un juicio de recuerdos. Se basa básicamente en introducirse por medio de la magia en la mente del sujeto, explorando sus recuerdos. Si el condenado intenta resistirse o cambiar alguno de los recuerdos que están siendo explorados se desata un terrible dolor para éste. Se han llegado a ver casos de ninfas que mueren en el proceso. Y estoy dispuesta, no tengo nada que esconder, no soy una ninfita que quiere ganarse protagonismo" dijo esto último mirando fijamente hacia donde había oído aquel último comentario.

"Todo eso es cierto, salvo por una cosa. Este proceso no sólo causa dolor cuando el "paciente" intenta resistirse, duele de todas formas." dijo, con una mirada de pena en los ojos.

"Aún así, creo que obro por el bien de la comunidad al hacer esto"

"Entiendo y admiro tu gesto, Rayden, eres mucho más valiente que ninfas mayores y más experimentadas que tú...esperemos que sea un acto de honor y no de ignorancia"

Y con esto las ninfas se dispusieron en posición para la ceremonia. Las ninfas más poderosas en formando un círculo y en el centro de este, Rayden se encontraba de rodillas. Todas la miraban, algunas con respeto, otras con pena...algunas incluso, con horror.

"Rayden, ninfa de los árboles, serás sometida a un juicio de recuerdos. ¿Asumes bajo tu propia responsabilidad los posibles daños que sufras durante el proceso, incluso aunque te lleven a la muerte?"

"Sí" dijo simplemente, no quería hablar de más y dejar traslucir el miedo que en el fondo sentía.

"Procedamos, pues" dijo Turyen

De pronto la mente de Rayden se despejó del todo, quedándose totalmente en blanco. Sintió miedo por un instante, al fin y al cabo las mentes de las ninfas siempre estaba ocupadas con un pensamiento, una curiosidad o un enigma por descubrir. Pensó que eso era horrible, pero no lo doloroso, no como le habían contado. Pero entonces se percató, con horror, que aquello no había hecho más que empezar. Sintió como una a una millones de agujas se le clavaban en la cabeza. Cada una más dolorosa que la anterior, cada una le dio ganas de gritar hasta perder la voz...y cada vez era más insoportable.

De pronto se vio a sí misma otra vez en el bosque, como aquella mañana. Se vio a sí misma analizando los sonidos, estirando la cuerda del arco, acercándose al hombre tendido...todo otra vez, todo exactamente igual, sólo que con un inmenso dolor detrás. Se acercaba el final, pero también la peor parte, aquella que Rayden preferiría no revivir....el hombre le estaba hablando de su pasado. La ninfa intentó alejarse del recuerdo, se removió, intentó huir...y sólo consiguió anclarse más a él y multiplicar el dolor por un millón. Sintió como las lágrimas salían de sus ojos, sus verdaderos ojos, pero no podía salir de su vivencia.

"...a cambio del futuro de mi gente"

El juicio había terminado, una a una las agujas se fueron despegando de su mente. Cuando por fin fue libre Rayden se dio cuenta de que lo que había creído lágrimas eran en realidad gotas de sangre. Levantó la cabeza para mirar a Turyen pero antes de que pudiera formular la pregunta, se desmayó.

"Tranquila Rayden, ahora sabemos la verdad" concluyó Turyen.

viernes, 7 de septiembre de 2012

El descubrimiento


Un nuevo día amanecía en Isla Parda. Garpur se encontraba buscando comida entre los arbustos. No había cenado la noche anterior pues la cosa en la isla se estaba poniendo fea. El alimento escasea y la población de osos aumenta.
    -- Me encantaría que Borgar dejara de fornicar de una maldita vez a ver si así las osas dejan de parir e incrementar la población, que ya casi no hay hueco para los viejos como yo -- dijo Garpur en voz alta, aprovechándose de que estaba solo pues necesitaba desahogarse -- Borgar por muy jefe de la manada no tiene el derecho propio y único de aparearse cada vez que le plazca, yo soy mas viejo y mas experimentado que él pues, llevo en este mundo cincuenta años más que él y no se me han reconocido nunca mis esfuerzos en la cacería y en la recolección de alimentos para la manada. Estoy en plena forma y aun sabiendo todos que le gano en un combate singular le siguen venerando a él. No deseo en absoluto el mando de la manada, solo que se me reconozca por mis esfuerzos y no ser un oso más. Hago demasiados esfuerzos, me levanto el primero cada mañana, busco comida por la parte explorada de la isla y siempre velo por que a mis hermanos no les falte comida siempre que encuentro. Hay veces que yo no me alimento, como anoche, para así poder darle mi comida a los oseznos mas jóvenes. Pero nadie dice: Garpur, muchísimas gracias, eres muy amable. No, es más fácil recibir y callar. Estoy harto, harto de esta manada y harto de esta guerra que nos hemos involucrado y ni siquiera sé por qué. Sólo sé que en unos días vendrán de nuevo los dragones a transportarnos a las minas, cosa que no entiendo pues los osos podemos nadar, y no es extremadamente grande la distancia entre la isla y el continente. Y encima nuestros aliados nos usan para trabajar en las minas. Un oso de Isla Parda no debería estar excavando hirthenio, por mucho que los enanos lo usen para proporcionarnos las armaduras mas resistentes de todo Hirth. Un oso debería estar afilando sus garras en los árboles, corriendo largas distancias para ganar más resistencia aun, y desgarrando con los dientes la corteza de los troncos viejos para así fortalecer las encías. Los osos somos los tanques del ejército, somos la armadura y como tal debemos fortalecernos cada día que pasa, por si los malditos elfos se les ocurre salir de sus bosques sureños para venir a Isla Parda a aniquilarnos, cosa que no conseguirán pues sabemos defendernos bien en nuestro territorio, lo conocemos al dedillo. Bueno, esto no es del todo cierto pues la parte norte de la isla no la hemos explorado aun. Es extraño, después de tantos siglos y que aún no sepamos hasta dónde llega la isla por su cara norte. Voy a aventurarme. A lo mejor y todo se me reconoce por labores de exploración.

Fue adentrándose en el bosque que cruza la isla por la mitad. Descubrió que el paso se dificultaba cada metro que avanzaba. Tuvo que romper varios árboles a zarpazos para hacerse paso entre la maleza. Hasta que por fin llegó a la linde norte del bosque y no dio crédito a lo que veían sus ojos. Había ciervos, gacelas, jabalíes, y demás animales silvestres que servirían de alimento para muchos meses, si la población no seguía aumentando, claro. Pero Garpur, maravillado al ver tanta comida en tiempos donde escaseaba, no reparó en un humo fino que sobresalía más allá. Cuando cazó un ciervo y estaba dispuesto a arrastrar su cadáver por el sendero del bosque que había hecho se percató del humo. Dejó el cadáver tendido en el suelo, al borde del sendero y fue en dirección al humo. Traspasó la maleza y se encaminó sigilosamente hacia el humo. Lo que vio tras unos matorrales altos lo dejó sin aliento: un asentamiento de elfos. Sus peores pesadillas se habían hecho realidad, los elfos habían llegado a Isla Parda para acabar con los osos y estaban asentándose para ganar terreno. Debía avisar de inmediato a la manada.

Se disponía a marcharse con el mismo sigilo con el que había estado observando pero se vio rodeado de cinco elfos con sus flechas apuntándole directamente al pecho. Uno de ellos le hizo señas para que traspasara los matorrales en dirección al asentamiento y se disponía a obedecer, pero en el último instante pensó: "y, ¿por qué un oso pardo debe obedecer a unos elfos enclenques que puedo matar de un zarpazo a todos?" Y así empezó una pelea con los elfos de los cuales, solo dos sobrevivieron al primer zarpazo y uno de ellos le disparó una flecha justo en el momento en que la segunda zarpa le destrozaba la mandíbula y los dientes de Garpur le rompían el cuello. El último que quedó en vida corrió a avisar a sus congéneres del descubrimiento, y Garpur vio la ocasión para la huida.

De todos es sabido que los elfos son rápidos, pero los osos los alcanzan sin problema alguno. El problema estaba en que Garpur tenía una flecha atravesándole el hombro derecho y no podía correr en exceso sin desangrarse por el camino. Pero aun así lo hizo. Corrió y corrió espantando a los animales salvajes que por esos lugares habitaban, se internó en el bosque, dio un par de rodeos para despistar a sus posibles perseguidores y cuando llegó al final de bosque se encontró con que lo estaban esperando sus compañeros. Borgar y tres osos más, con sus respectivas armaduras habían seguido el rastro de Garpur hasta el borde del bosque y esperaban su regreso hacía horas. Garpur al ver a sus compañeros entendió que estaba a salvo de los elfos y sus malditas flechas encantadas por las ninfas. Había perdido mucha sangre de modo que se paró un segundo pensando en recobrar el aliento, pero se desplomó sin conocimiento.


                                                                      *   *   *

Garpur se despertó en la cueva en la montaña de Isla Parda, su hogar, rodeado de osas expertas en curas y cuidados. Al despertar Garpur preguntó:
    -- ¿Qué ha pasado?
    -- Te desmayaste por la pérdida de sangre --contestó una de las osas mientras le traía algo de beber-- eres extremadamente fuerte y lo que nos sorprende es que estés vivo pues la flecha encantada que te sacamos podría haber matado hasta a Borgar.
    -- Ese mamarracho podría morir por el ataque de un jabalí, así que no me hagas reír que no tengo el cuerpo para ello --contestó Garpur secamente.
    -- No deberías hablar así del que te ha traído desde tan lejos a hombros. Según llegó se retiró a descansar quejándose de lo mucho que pesas --le espetó otra enfermera.
    -- Si no puede cargar conmigo durante los veinte kilómetros que separan el bosque de aquí es que no esta hecho para la batalla. De no ser porque temía que los elfos me persiguieran hasta aquí habría tomado el sendero corto que hice al ir hacia allá. Pero me tuve que desviar para despistarlos, cosa que no sé si hice correctamente.
    -- Borgar dice que no vio ningún elfo, sin embargo la flecha que te sacamos afirma enormemente la presencia de elfos en Isla Parda. No sé muy bien el tipo de conjuro que tiene la flecha pero sé que es muy poderoso, pues al sacarla de tu hombro las zarpas de Elduir ardieron. Ella esta en la otra caverna, recuperándose de sacarte la flecha.
    -- Gracias, espero que se recupere pronto. Conozco a esa osa desde que nació. Siempre ha sido muy aventurera y temeraria por lo que no me extraña que intentara sacarme la flecha sin tomar precauciones ella misma.
    -- Borgar quiere hablar contigo, Garpur --dijo un soldado irrumpiendo en la caverna--.
    -- Que venga él entonces, ¿para qué te manda a ti? --contestó el aludido.
    -- Quería comprobar que ya estuvieras despierto
    -- Pues ya me has visto. Dile que yo también quiero hablar con él.

Minutos después apareció Borgar, y a una señal pidió que los dejaran solos en la caverna y cuando estaban completamente solos Borgar y Garpur, empezó a hablar:
    -- ¿Qué hacías adentrándote en el bosque central?
    -- Procurarme algo de alimento, ya que tú solo te mueves de tu trono de piedra para fornicar osas e ir a soltar tus excrementos por los matorrales.
    -- ¿Cómo te atreves a hablarle así al que te acaba de salvar la vida, malagradecido?
    -- Me atrevo porque hago más por la manada que tú y nadie me lo reconoce. Solo pido que al menos me den las gracias cuando traigo comida en momentos en los que no hay qué llevarse a la boca.
    -- Eres un insolente y un atrevido. ¿Cómo se te ocurre ir a explorar lo que otros han descrito como un lugar de difícil acceso y con poca utilidad para la manada? ¿Qué pasa que querías desafiarme? ¿Destituirme quizás? ¡Habla!
    -- Eres un ignorante Borgar, no te das cuenta que en la parte sur de la isla ya no quedan ciervos ni jabalíes, ni siquiera somos capaces de encontrar algo de fruta casi. ¿Cómo pretendes asegurar el porvenir de la manada sin víveres, sin fuente de alimento? Es cuestión de tiempo que los oseznos empiecen a morir por inanición, y es cuestión de tiempo que todos nos marchemos a las minas de Sesim pues allí por lo menos habrá comida que llevarse a la boca, y cuando eso ocurra, ¿qué pasará con nuestros principios y nuestras raíces? ¿abandonaremos Isla Parda así como así? ¿para que se la queden los elfos?. Ya hay elfos asentados al norte y no me extrañaría que gracias a los cuatro que mate de dos zarpazos vengan mas refuerzos e intenten aniquilarnos. Sabes perfectamente que en las cavernas no corremos peligro, pero en las cavernas no hay alimento y tenemos que comer, si los elfos avanzan hasta el pie de la montaña nos veremos rodeados y sin alimento, es que, ¿quieres que eso ocurra?. Tenemos que destruir el campamento elfo del norte antes de que sea demasiado tarde y asentarnos allí de alguna forma para defender nuestro territorio, no podemos dejar que nos quiten lo que nuestros antepasados conquistaron, tienes que hacer algo Borgar...
    -- ¡Silencio! --vociferó Borgar-- estoy harto de tus quejas, de tus insolencias, soy el jefe de la manada y como tal yo decido que hacer y no tú, tú eres un simple recolector que no haces mas que dar la lata con tus quejas por falta de alimento, haz bien tu trabajo y deja de comportarte como un osezno. Eres más viejo que yo y sin embargo pareces mas joven mentalmente. ¡Madura joder!
    -- ¿Que madure yo? Pero vamos Borgar, ¿tú te has visto bien? ¿acaso no te ves reflejado en el agua de la playa? Claro que no, pues si te vieras entenderías que solo eres el jefe de la manada de casualidad, porque llegaste un día de las minas diciendo que te habían dado el regalo de volver a tu tierra por tus arduas labores excavando, y si eso fuera cierto tendrías unas uñas que cortarían los troncos de un zarpazo, y si eso fuera cierto y tuvieras una pizca de inteligencia sabrías que no es que yo haga mal mi trabajo, es que ¡no hay comida que recolectar! ¡y si fueras un poquito mas listo, irías con unos cuantos osos al norte en estos instantes para hacer una brecha en el bosque y traspasar al otro lado donde hay cientos de ciervos, gacelas, jabalíes, frutales y demás y de paso te encargarías de proteger tu territorio y a tu gente! ¡eres un incompetente que solo esta en su puesto gracias a mentiras pues no me trago que excavaras en las minas porque de ser así no te habrían dejado marchar como no han vuelto los demás osos!

No pudo seguir hablando más pues sintió en ese mismo instante un golpe atroz en la mandíbula y un intenso calor a la vez. Sentía la sangre saliendo y se iba enfureciendo por instantes. Saltó de su lecho de piedra y se avalanzó sobre Borgar y ambos se enzarzaron en una pelea que terminó rodando ladera abajo por la montaña. Garpur, aunque herido de gravedad era más ágil y fuerte que Borgar y no tardó en acabar con él. Cuando varios osos llegaron al lugar de los hechos vieron a Borgar con la cabeza llena de sangre, un ojo de menos y sin mandíbula. Garpur estaba goteando sangre de sus dientes y zarpas y entendieron enseguida que tenían nuevo jefe. Se arrodillaron y mostraron lealtad a su nuevo jefe, a lo que el respondió con un rugido que se oyó en toda Isla Parda, haciendo a las aves salir disparadas de los árboles en desbandada.





*En algún lugar del bosque de ninfas


Hacía frío, el bosque se había vuelto terriblemente húmedo en los últimos tiempos y el crudo invierno que estaba atravesando todo el continente no la ayudaba para nada a mantener su temperatura corporal. Oyó un ruido y se encaramó contra el árbol a su espalda, mimetizándose inmediatamente con él. Permaneció totalmente quieta esperando a que quien fuera que hubiese  perturbado el silencio reinante en el bosque se mostrara.

“Malditos Visine” pensó la ninfa “ya no podemos ni pasearnos entre nuestros árboles tranquilamente.”
Aquel no era, ni mucho menos, el primer pensamiento negativo que les dedicaba Rayne, ella había odiado la guerra desde el principio, no entendía cómo un niño tan pequeño podía haber causado tantos problemas ni tampoco qué era lo que había visto un elfo en una humana. Por la arboleda era algo común y aceptado ver a elfos relacionándose con ninfas, pues a pesar de no ser especies compatibles genéticamente, ambos de consideraban superiores a criaturas como los humanos o los enanos. Tanto para las ninfas como para los elfos había sido una sorpresa descubrir que uno de los primeros estaba enamorado de una humana y no sólo eso, sino que ella estaba embarazada. Ese último hecho era el que más había incomodado a  las ninfas y, aunque nunca lo admitirían, la principal razón que les había llevado directas a una guerra contras los humanos…estaban celosas.
Se oyó otro crujido, esta vez Rayden estuvo segura de que no había sido ningún animal, nada que habitara en el bosque de ninfas hubiera cometido el fatal error de emitir más que un murmullo. La ninfa se asomó por un lado del árbol, sin llegar a salir del todo de su escondite. Efectivamente, no se había equivocado, allí se encontraba nada más y nada menos que un humano. El odio corrió por las venas de Rayden, la rabia se marcó en las venas de su cuello, intentó controlarse, pero fue inútil. Normalmente hubiera desaparecido rápidamente e informado de la presencia de humanos en el bosque y vuelto con un ejército de su gente, quizás algún elfo que estuviera tonteando por allí se hubiese apuntado a la batalla…pero Rayden sabía muy bien que aquel intruso estaba solo. Sacó el arco prendido a su espalda y una flecha de su carcaj, hubiera usado un ataque mágico en caso de tratarse de cualquier otra criatura, pero con un humano no merecía la pena emplear medios tan sofisticados. Se colocó en posición y apuntó, estuvo a punto de soltar la flecha, pero apenas un segundo antes el humano se desplomó. Su primer impulso fue esconderse tras el árbol y comprobar los sonidos del bosque, esperó quieta unos segundos pero los murmullos más cercanos eran de animales a doscientos metros, estaba sola con aquel humano como había pensado en un principio.

“¿Y esta es la raza que pretende hacer frente a los elfos? Ni siquiera ha podido mantenerse en pie” Se acercó con cuidado al cuerpo tendido sobre el suelo, sin dejar de apuntarlo con su flecha. El pobre desgraciado había caído bocabajo, no era tan alto como los elfos, pero sí algo más que los de su propia especie, Rayden se encontró a sí misma admirando la longitud y curvatura de su cabello.

“¿Pero qué haces?” se  reprochó a sí misma, “puede que esté inconsciente, pero sigue siendo una amenaza que esté en el bosque, acaba con él” pero no se dispuso a ello inmediatamente, primero decidió darle la vuelta y ver su rostro, tenía un gran corte en la garganta, que sangraba torrencialmente, a aquel humano no le quedaba mucho hiciera lo que hiciese la ninfa, probablemente se había desmayado por la pérdida de sangre. Rayden se agachó y le observó más de cerca para comprobar algo que brillaba en su cuello, manchado con su propia sangre, era un collar. Rayden, al igual que todas las ninfas, era una criatura curiosa y sabía que ese tipo de accesorios eran más propios de las mujeres que de los hombres humanos, sobre todo aquellos como ese que tenía piedras preciosas y estaba hecho de un metal muy fino.

“Seguramente pertenezca a una de las hembras de su especie: su madre, su hermana, su compañera o…” paró inmediatamente esa línea de pensamiento pero no pudo impedir que la imagen de ese hombre que un precioso y pequeño bebé en brazos se le grabara a fuego en la mente “…o su hija” pensó que el odio se apoderaría de ella de nuevo, pero en su lugar apareció la tristeza, ya no le quedaba adrenalina suficiente en el cuerpo para sentir rabia hacia el moribundo y menos aún hacia su especie, ya estaba más que cansada de esta guerra.
Un agarrón la sacó de su ensoñación, el humano la había sorprendido desprevenida y la había agarrado de la muñeca

“Sss…salva”  murmuró, la ninfa no perdió un segundo y le apuntó de nuevo, aún con la mano del humano fuertemente adherida a la muñeca “salva a…mi gente.”

Aquello sorprendió a la criatura, no era habitual que los humanos suplicaran clemencia, algo que internamente Rayden siempre había agradecido, la mayoría se dedicaban a asumir su derrota y morir…otros incluso luchaban incluso cuando sabían que iban a morir. Sin embargo, aquel humano no sólo estaba pidiendo clemencia por su vida, sino por su raza.

“¿Entras en el bosque de las ninfas, pisas nuestro suelo sagrado y encima pretendes que salve a los humanos? Dame tan sólo una razón por la que no debiera asesinar a todos y cada uno de los tuyos si tuviera oportunidad”
El hombre estaba en las últimas, pero aún así se las arregló para atraer a la ninfa hacia sí y decir:

“Los niños…ellos..ellos no se merecen vivir esta guerra” le dijo, mirándola fijamente a los ojos. El humano había dado en el clavo, aquello era lo único que podía haber dicho que no hiciera que la ninfa disparara la flecha.

“No, no lo merecen…pero ha sido precisamente por un niño por lo que todo esto ha empezado…y si hoy continúa es porque los dioses se niegan a escuchar nuestras plegarias, ¿por qué una raza como la vuestra puede tener descendencia y nosotras tenemos que nacer de los árboles, los ríos y las montañas de este bosque? Sin pasado, sin ayuda…es injusto”

Le había confesado a un humano sus más profundas penas, aquello que jamás había hablado con nadie, lo que toda ninfa debía intentar esconder porque era su único punto débil.

“Incluso las ninfas tenéis un pasado” dijo el hombre, su voz no era más que un murmullo, se quitó el collar y se lo puso en la mano que hasta ahora había estado aferrando “busca en los asentamientos humanos al Este…en nuestra capital, Romilen, ahí hallarás las respuestas a las preguntas que te atormentan”

“¿Por qué me dices esto? Sólo pretendes llevarme a una muerte segura lejos de estos bosques”

“A cambio del secreto de tu pasado…a cambio sólo pido que garantices el futuro de mi gente” Y tras esto, el hombre murió.

jueves, 6 de septiembre de 2012

El Comienzo

Hace unos veinte mil años, la Tierra era un inmenso continente verde, lleno de vida, en que las diversas criaturas que lo poblaban mantenían una paz perpetua que no había sido quebrantada nunca. La tierra la poblaban enanos, dragones, lobos de los hielos, osos pardos, nixuus, ninfas, humanos, elfos y demás criaturas. Todos ellos convivían en una supuesta armonía hasta un nefasto día en el que nació, fruto del amor entre un elfo y una humana, una criatura extraña a la que se llamo Isohan. Isohan era mitad humano mitad elfo. Nadie supo como pudo surgir un amor entre dos criaturas tan diferentes pero lo que si supieron de inmediato los habitantes del continente de Hirth fue que ese nacimiento les traería problemas.

Tras ciertas discusiones entre elfos y humanos por la educación de Isohan, se decidió que para la permanencia de la paz, habría que matar a Isohan. Pero sus padres no iban a consentirlo así que decidieron encomendar la vida y la educación de su hijo a Gedeurah, una criatura mitad hipogrifo, alas, patas traseras de caballo y garras delanteras de águila, y mitad centauro, de cintura para arriba humano. Gedeurah se refugiaba en una fortaleza en lo alto de una montaña, hogar de los centauros e hipogrifos miembros de una misma sociedad llamada Nyve.

Los padres de Isohan, tras entregarlo a Gedeurah decidieron quitarse la vida para no sufrir más por las terribles discusiones y enfrentamientos entre elfos y humanos, y sabiendo que su hijo estaba en buenas manos, pues la fortaleza de Gedeurah era el lugar mas seguro de Hirth, ¿para qué seguir padeciendo desdichas por sus respectivos pueblos? Pero este suicidio fue visto como un ataque directo por ambos pueblos. Los humanos creyeron que el elfo había acabado con la humana y luego se quitó la vida, y los elfos pensaron justo lo contrario, que la humana había matado al elfo y luego se había suicidado. Esto desató una terrible guerra denominada por los historiadores como la Gran Guerra de Hirth, de una duración de cuatro años, pero llenos de muertes y sufrimiento.

Los elfos, ardientes de guerra pidieron ayuda a las ninfas, famosas por sus artes mágicas, a los nixuus, conocidos por sus artes en la producción de telas y cuero, y a los lobos del norte, conocidos por su resistencia y ferocidad. Formaron una alianza y la llamaron Kawlant, cuyo liderazgo quedó en manos de los elfos, que pusieron a la cabeza a su rey, Elgorn.

Los humanos, sedientos de sangre sugirieron una alianza a dragones, osos pardos y enanos. Los dragones les proporcionarían un transporte rápido y seguro, los osos una ayuda fuerte en batalla pues su resistencia y armadura no tenían rival en todo Hirth, y los enanos les proporcionarían las armaduras y las armas necesarias para la batalla. Se llamaron a sí mismos los Visine, y al mando estaba Cedric, el más tenaz y valiente guerrero humano.

Se formó así un ambiente de guerra, en el cual cada especie se iba preparando para la batalla. Los Visine se especializaron en la resistencia y el ataque cuerpo a cuerpo. Los humanos se centraron en el entrenamiento con espadas, hechas de acero, y en la producción de alimentos para la manutención de los ejércitos de dragones, osos y enanos. los enanos produjeron armaduras de diamante para los osos, armaduras de zafiro para los humanos, y armaduras de rubíes para los dragones, además de sus propias armaduras, hechas de esmeralda, y los martillos que usaban para la guerra hechos de hirthenio, un material extremadamente duro que solo se rompe al choque con otro artefacto del mismo material. Los osos salieron de Isla Parda para adentrarse en las minas de Sesim, para ayudar en la extracción de hirthenio, pues se requería una fuerza extremadamente grande. Los dragones por su parte se fueron acostumbrando a llevar pesadas cargas a sus hombros trasladando los osos desde Isla Parda hasta la Puerta Noroeste de las minas y transportando los materiales de los enanos hasta los diversos campamentos humanos.

Los Kawlant, por su parte se especializaron mas en el ataque a distancia y la cacería sigilosa. Los elfos entrenaron de manera ardua en los bosques afinando su puntería y su oído. Las ninfas aumentaron su maná y crearon nuevos conjuros que no necesitaban maná para que los pudieran usar los elfos y nixuus en la batalla. Los nixuus crearon una gran cantidad de armaduras de cuero, arcos y flechas, suministros generales para los elfos y ninfas. Los lobos del norte, llamados también lobos de los hielos, se especializaron en el sigilo y el ataque por sorpresa, carentes de armadura alguna y aprovechándose de su gran resistencia, emprendieron la marcha hacia tierras mas cálidas.

El día acordado, Elgorn y Cedric acudieron al punto común ubicado en Keidix, centro de la Gran Meseta, con sus ejércitos y se enzarzaron en una batalla que duró tres días y tres noches. Durante el día avanzaban los Visine, y durante la noche recuperaban terreno los Kawlant. Y así continuó la guerra hasta el día en que Isohan se hizo lo suficientemente mayor. Los hipogrifos y centauros lo habían educado bien, en las artes de la guerra mixta con arcos y espadas. Era un híbrido entre elfo y humano y se sentía culpable de la guerra que se estaba sufriendo, así que decidió intervenir, a favor de los humanos, a quienes consideraba que eran los provocados por los elfos. Con Isohan de su parte, Cedric vio cerca la victoria, pero se precipitó y fue herido de muerte por una flecha que poseía un conjuro de ninfa que traspasaba el zafiro. Con la muerte de Cedric, Isohan tomó el poder, pero al poseer escasas dotes de mando, los elfos a la orden de Elgorn, enormemente enfurecido por la traición de Isohan, se abalanzaron sobre los humanos en una emboscada conjunta con los lobos de los hielos, mermando el ejercito humano que tuvo que retirarse a las minas de Sesim, junto con los enanos. Los elfos habían ganado terreno y se creían vencedores de la guerra cuando el Gran Volcán entró en erupción, destruyendo gran parte del ejército que se encontraba en la llanura de Keidix. Los Nyve, viendo la ocasión perfecta para ayudar a su pupilo Isohan se abalanzaron sobre los Kawlant, que, sorprendidos, no supieron como responder y cayeron rápidamente.

Tras esta última batalla, en la que el ejército Visine se vio mermado, los humanos rechazaron a Isohan, que buscó acogida en los bosques de elfos del este, pero esta le fue rechazada también así que no tuvo más remedio que volver con Gedeurah.

Una paz duradera se instauró durante años, hasta la segunda era glacial, donde los lobos tomaron terreno y los dragones se vieron invadidos. Comienza aquí la historia de Garpur y Rayden, un oso y una ninfa que apoyaron cada uno por su parte a su antigua alianza.